Cuando conocí a Salinas de Gortari

Por Juan José Solis Delgado

Esta crónica se publicó originalmente en la Revista EMET  el 5 de septiembre de 2011

Corría el tiempo de los últimos años de estudio en la vocacional siete, para los hechos quizá cursaba el quinto semestre. Siempre fui bueno para las matemáticas y eso me hizo un tipo conocido en la escuela, mi actividad además de estudiar era apoyar mi desprovista economía presentando exámenes a título de suficiencia (una suerte de extraordinario) de compañeros que habían reprobado y que estaban a punto de ser dados de baja de no pasar las temidas matemáticas. La cantidad de estudiantes que reprobaban la materia era tan copiosa que los exámenes de plano los aplicaban en el auditorio de la escuela; ahí entraba yo. Conocía los exámenes perfectamente eran diseñados con sólo cinco ecuaciones, cada una tenía el valor de dos puntos, sino mal recuerdo yo les cobraba a los angustiados algo así como diez pesos por cada punto obtenido. La mayoría solo quería pasar así que con que sacara seis con eso era suficiente. La mecánica consistía en que entraba al auditorio resolvía tres ecuaciones y salía disparado para no ser sorprendido por algún profesor que supiera que andaba en pasos turbios.

Siempre supe que explotar los conocimientos adquiridos me traería beneficios, entre ellos buenos y malos amigos. Conocí a estudiantes de todos los semestres y de todas las áreas y hasta de todas las actividades escolares, me refiero a las lícitas e ilícitas, en otras palabras y para no darle vueltas al asunto, lo que quiero decir es que me llevaba muy bien con los porros de aquel entonces. En una ocasión un porro novicio quiso quitarme o mejor dicho robarme mis tenis nuevos, como forma de mostrar el deseo que tenía de ser aceptado en el grupo porril, uno de los líderes se dio cuenta que era a mí a quien estaba asaltando y corrió de inmediato a defenderme, recuerdo que le dijo enfáticamente: con “el moreno” no te metas. Aquel porro llevaba nada más y nada menos que la calificación de diez en todo sus exámenes de matemáticas, claro gracias a mi.

Después de aquel suceso conocí al líder máximo de los porros, que elegantemente se hacían llamar Federación de Estudiantes Politécnicos o algo por el estilo; lo apodaban “El pollo” era un flaco güero de mediana estatura siempre limpio y bien vestido, digo siempre bien vestido porque la mayoría de las veces los jóvenes en la etapa preparatoriana visten unas fachas abominables. “El pollo” me invitó varias veces a sus sesiones de consejo y conocí a la plana mayor, por cierto, algunos de ellos los he visto ahora como diputados y funcionarios públicos muy activos que hasta parecen personas decentes… Bueno, el caso es que una vez que se estrechó mi trato con el líder estudiantil, pronto me convertí en una suerte de asesor externo. A las vocacionales casi no llegaba el recurso que el IPN destinaba a las organizaciones estudiantiles y entonces pues había que hacer presión. Nunca fui porro pero tuve buena relación con ellos.

Un buen día la organización estudiantil recibió la invitación del entonces secretario de programación y presupuesto del gobierno del gris Miguel de la Madrid, se trataba de una invitación firmada de puño y letra de Carlos Salinas de Gortari, nos conminaba a apoyarlo en el monumento a Álvaro Obregón en un mitin público y posteriormente a comer en su casa. De inmediato se activaron las redes de organización y pronto se decidió la logística: el caballo y el jicamón se encargaron de los camiones, llegaron con unos chimecos del paradero de Santa Martha y de ahí a sacar a los compañeros de sus salones para ir al mitin. Hicimos una escala en la voca 5 de taxqueña para reclutar más estudiantes y de ahí al monumento que albergaba la mano del caudillo del norte.

El trayecto al encuentro con Salinas de Gortari, fue caótico y peligroso. La muchedumbre siempre da el instrumental para llevar a cabo todo tipo de tropelías sin ser sancionado, los porrillos asaltaban las tiendas despojándolas de comida chatarra, mientras los camiones con refrescos (que antes no eran cerrados como ahora) pronto eran desvalijados. Yo iba en un auto particular con los cabecillas de la organización estudiantil, sólo mirábamos a la distancia los atropellos. Llegamos al lugar de nuestro destino y “el pollo” pronto se apersonó con la gente de Salinas de Gortari. Estábamos prácticamente todos los estudiantes del “poli”, el discurso del candidato recién destapado prometía la construcción de una ciudad politécnica similar a la de la universidad nacional. Ahí gritamos loas y se aplaudió fervientemente al ungido candidato.

Después del mitin, cruzamos la avenida insurgentes caminamos unos cuantos metros y ya estábamos en la casa de Salinas de la Gortari. Era una construcción impactante y suntuosa. Directamente entramos a un gran salón que tenía dispuestos los cubiertos, vasos , copas y platos; era la primera vez en mi vida que me enfrentaba  a una mesa tan elegante. “El pollo” me pidió que permaneciera a su lado y yo obedecí. Un tipo con facha de mesero nos indicó a cada uno de los presentes en qué lugar sentarnos y para mi suerte quedé a la izquierdo de Salinas. Minutos después llegó el candidato, nos saludó a cada uno de mano y respiré todo el hedor del priismo autoritario. Honestamente, como en aquel entonces estaba más interesado por las matemáticas que por la política, no calibré con precisión el poder del tipo que tenía a mi lado.

Disfruté de una suculenta comida mientras el candidato se dirigía sobre todo a los líderes de las escuelas profesionales; a nosotros de las vocacionales ni siquiera nos pelaba. A muchos les prometió puestos públicos y a las vocacionales ofreció mayores recursos e insistió en nuestra inexistente ciudad politécnica. Todos aquel día salimos convencidos o mejor dicho seducidos por un encantador de serpientes.

Aquella tarde llegué a mi casa todavía borracho de aquella política seducción. Mi madre me dijo: ¡¡¡ese un ratero más que nos dejará en la calle!!!… Vaya forma de sacudirme del sueño prometido, yo había creído inocentemente las palabras del candidato y mi madre en menos de un minuto derrumbó mi castillo de arena.

Al tiempo mi progenitora no se equivocó, Salinas de Gortari nos dejó en la ruina. Quiso llevarnos al primer mundo, pero de uno por uno, comenzando por su hermano y sus más cercanos colaboradores, que por cierto, uno de ellos fue comensal de aquel histórico encuentro…

2 comentarios en “Cuando conocí a Salinas de Gortari

  1. alma

    de verda que las madres siempre tienen razon porque con ese señor nos fue de la patada, tristemente en ese mitin que cuentan yo tambien estuve que perdida de tiempo! claro yo lo veo ahora que soy madre pero uno es muy facil de seducir a cierta edad saludos

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  2. jeancarlozuryJean

    Es interesante como perdemos la memoria muchos mexicanos. Vuelvo a repetir que muchas de la tribulaciones que ahora estamos viviendo son producto de sexenios pasados. y esto lo digo por toda la serie de problemas económicos y de inseguridad que hoy padece México.
    Pronto Los Pinos volverán a colorearse de verde, blanco y rojo, los colores del PRI y Peña Nieto al mando. Qué nos deparará el futuro corto??? Creo que visitaré a mi astrólogo para que me diga la suerte de México.
    Es un placer leerte teacher!!!!

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